Las principales indicaciones y beneficios de la bardana para la salud son : Infecciones urinarias, como la cistitis, la ureteritis, la prostatitis y la nefritis o inflamación del riñón. Favorece la emisión de orina y neutraliza los focos infecciosos.
Te ayuda a prevenir la formación de piedras en el riñón y una vez desarrolladas, en una primera etapa, puede favorecer su expulsión con la orina. Es muy eficaz para tratar la retención de líquidos y los edemas. Puede ser un apoyo para el tratamiento de la diabetes mellitus, pero asociada a plantas que refuercen su acción, como la gymnema, la galega y otras.
Resulta excelente para estimular la eliminación o reducción de los excesos de urea y ácido úrico, en casos de hiperuricemia leve y ataques de gota.
Se la incluye en formulaciones para el tratamiento a largo alcance de la hipertensión arterial, como un diurético natural, que te aporta potasio de manera directa. Una alternativa a explorar a los medicamentos antihipertensivos que actúan como diuréticos.
Estimula la producción de bilis y ayuda a despertar el apetito. Se ha indicado en alteraciones hepatobiliares leves, indigestiones y empaches.
La bardana destaca sobre todo como planta depurativa, que te ayudará a combatir las impurezas que quedan reflejadas en tu piel por efecto de la acumulación de toxinas. Se usa a fondo en el tratamiento de problemas dermatológicos diversos, como el acné juvenil, urticarias, eccemas, abscesos, dermatitis seborreica y como apoyo en la psoriasis.
Se aplica en uso tópico sobre heridas, úlceras de la piel, llagas, picaduras de insectos, forúnculos, etcétera. Se aplica también sobre dermatitis atópica, queratosis pilar (protuberancias en la parte posterior de los brazos) e ictiosis vulgar (escamación, resecamiento y picazón).
Tiene virtudes antifúngicas y antibacterianas y se muestra muy útil para combatir las infecciones por hongos o dermatomicosis como el conocido pie de atleta (géneros Trychophytum, Epidermophyton…), la pitiriasis versicolor (levadura del género Malassezia, presente en la flora cutánea, con potencial contagioso) y la cándida, aunque con irregular éxito.